Del viñedo a la bodega
Cuando el verano se convierte en otoño, los días se hacen más cortos y las tardes más acogedoras, llega el momento de la vendimia. Las uvas cuidadosamente vendimiadas se llevan rápidamente a la fábrica de vino. Allí se hace todo lo posible para que la alta calidad de las uvas recién cosechadas se pueda embotellar en pocos meses.
El momento adecuado para la cosecha
En la vendimia, el momento adecuado es crucial para la calidad del vino. Unos días más de sol producen más dulzor y, en consecuencia, más alcohol. En este caso, la experiencia y la previsión meteorológica ayudan a coger exactamente el día adecuado y lograr así el nivel de calidad deseado.
A primera hora de la mañana, cuando las temperaturas aún son moderadas, el equipo de vendimiadores se encuentra en el viñedo. Las uvas se recogen en pequeñas cajas planas para que no se aplasten por su propio peso. Se llevan al Château en un camión frigorífico, donde el jefe de bodega se hace cargo de ellas. A partir de este momento, él se encarga de la dirección.
Silencio en el sótano
La aventura de la fermentación alcohólica comienza en la bodega. En primer lugar, se despalillan las uvas, es decir, se separan las bayas de las cepas. En el caso de las uvas blancas, el mosto resultante suele prensarse inmediatamente después. De este modo se separa el zumo de uva dulce de los componentes sólidos, como las pepitas y los hollejos. Este es el momento en que la fábrica de vino se inunda de un intenso aroma. El zumo extraído reposa toda la noche para que las lías se asienten antes de extraer el mosto clarificado al día siguiente.
En la elaboración del vino tinto, los hollejos y las pepitas permanecen en contacto con el mosto durante todo el proceso de fermentación. Sólo así pueden desprenderse el color y los taninos de los hollejos al inicio de la fermentación. Si las uvas tintas se prensan antes de que comience la fermentación, se produce rosado.
El hambre de azúcar de las levaduras
Para la fermentación, las levaduras despliegan todo su talento. Como componentes naturales de la uva y el zumo, ahora se activan y forman alcohol y ácido carbónico a partir de la fructosa de la uva. Burbujea en la bodega y huele inconfundiblemente a levadura. Cuando ya no queda azúcar en el depósito, la calma vuelve poco a poco a la bodega y el vino puede reposar y madurar.
Dependiendo del estilo de vino que mejor se adapte a la variedad de uva concreta y a las características de la cosecha, el proceso de maduración puede durar hasta varios años. Durante este tiempo, el maestro bodeguero comprueba y controla una y otra vez lo que ocurre en las barricas. Su saber hacer y su experiencia ayudan ahora a coronar el trabajo de calidad en el viñedo.
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